Conocer el Octoberfest

El Oktoberfest, recuperando la juventud olvidada

En unos días se casan Pablo y Elena. ¡Va a ser un fiestón! Nos conocemos de toda la vida, todo el grupo, pero ellos -que son pareja desde los 15 años- han sido siempre el pegamento que nos ha mantenido juntos. Siempre les hemos llamados “los Pel”. Cuando apenas empezaban a salir y el resto nos reíamos de sus arrumacos, decidimos dirigirnos a ellos con un solo nombre, tomamos la “p” de Pablo y “el” de Elena, así nacieron “los Pel”.

La perspectiva del tiempo te hace entender hasta que punto es un nombre ridículo y el “pavazo” que padecíamos todos.  También entiendes que los celos eran el origen de todas aquellas burlas medio inocentes. Creo que de alguna forma sabíamos que era amor, del de verdad, del de toda la vida y en el fondo, nuestros tiernos quince años casi nos obligaban a envidiar la forma en que se miraban.

Hoy, más de 25 años después, el tiempo nos da la razón, lo de “los Pel” sigue siendo amor y quizá sigue habiendo un puntito de envidia sana en todos nosotros. El tema es que después de tantos años, decidieron casarse y nos dejaron a todos de piedra.

Aunque desde aquellos años en que íbamos juntos a todas partes ha llovido mucho y cada uno ha ido haciendo su camino y la vida (niños, trabajo, padres y más trabajo) nos mantiene ocupados y preocupados, siempre han estado ellos “los Pel”, tirando para preparar escapadas, cenas, fiestas y cualquier cosa que se les ocurriera para que, al menos tres o cuatro veces al año, nos juntáramos todos.

Pero esta vez y aprovechando como excusa las despedidas de soltero, fuimos nosotros quienes les regalamos una escapada con la que todos llevábamos soñando desde los veinte: el Oktoberfest.

Conocer Octoberfest

Gracias a eso, la noche anterior a la inauguración del festival de cerveza más famoso del mundo, siete cuarentones aterrizábamos en Munich con la ilusión, la emoción y los nervios de un grupo de universitarios.

Eran poco más de las 11 de la mañana del sábado cuando comenzó nuestro Oktoberfest. Empezamos acompañando al vistoso desfile de los Wienswirte, los productores y artesanos que hacen la cerveza que durante dos semanas va a medio emborrachar la ciudad. Nosotros, que somos unos ignorantes de la vida llevados única y exclusivamente por nuestro amor a la cerveza, no sabíamos que toda la cerveza que se bebe en el Oktoberfest debe ser fabricada en la ciudad de Munich. Por eso son ellos, junto al Alcalde quienes desfilan desde el centro de Munich hasta Theresienwiese (el prado de Teresa), el lugar donde vamos a vivir nuestro festival.

A las 12 tiene lugar el acto oficial de inauguración, que suena muy serio como casi todo lo que hacen los alemanes, pero que consiste en el Alcalde rompiendo a golpes la tapa del primer gran barril de cerveza al grito de “O ‘zapft is!” (ya está abierto) al tiempo que 12 cañonazos suenan en el prado. En este momento, en todas las carpas del recinto se puede empezar a servir cerveza.

Nosotros comenzamos en la carpa más antigua del festival, carpa Schottenhammel. Allí nos tomamos nuestra primera jarra de cerveza. Y ojo, que cuando digo jarra no me refiero a tercio, ni siquiera a las de medio litro, no. En el Oktoberfest las jarras son de un litro y unipersonales, ¡allí no comparte jarra ni Dios! Menos mal que a estas carpas se viene tanto a beber como comer sino sería imposible levantarse de la mesa.

Viajar a Octoberfest

Seguimos con nuestra turística degustación de cerveza en la Carpa Hofbräu Festzelt, una de las cervecerías más famosas de la ciudad. De nuevo una jarra y otra clase de salchichas. Otra vez risas, brindis e incluso, en cierto momento, algún canto regional que otro, animados por el entorno festivo y musical.

Pero no vayáis a imaginar que es una fiesta de borrachos. Nada de eso. Es sobre todo una reunión de gente con ganas de fiesta, donde una pareja de abuelos, que parece que casi no pueden ni caminar y levantan a duras penas sus jarras, terminan siendo ayudados por un grupo de veinteañeros vestidos con traje tradicional a subirse a la mesa para entonar a voz en grito lo que imagino era una versión alemana del Asturias patria querida. Ese es el ambiente del Oktoberfest.

Entre salchichas, cerveza, bandas de música folclórica, cánticos regionales y disfraces, pasamos nuestro primer día de festival alucinando.  Estos alemanes que tienen fama de ser tan serios, pierden por completo el sentido de la vergüenza y se divierten en familia o con amigos o todos juntos como si no hubiera un mañana. Y, de paso, nosotros también.

A las diez de la mañana del día siguiente estábamos en Maximilianstraße esperando el paso de la cabalgata más espectacular que hemos visto en nuestra vida. Más de 8.000 personas toman el centro de Munich en un recorrido de siete kilómetros hasta el Oktoberfest. Toda Babiera y algunos otros lugares de Alemania, Austria o Suiza están representados por los grupos de trajes tradicionales, agrupaciones musicales, antiguos trajes militares y más de cuarenta carruajes tirados por caballos que representan toda la cultura y tradición de Babiera.

Pasamos la tarde en la Carpa Hacker Pschorr, entre música y gente bailando y bebiendo. Nos bebimos nuestras cervezas mientras compartíamos bancos y hacíamos amigos. Nos comimos las salchichas como los alemanes, con gusto y una detrás de otra. Se nos cayeron las lágrimas de tanto reírnos y por un rato volvimos a ser aquellos jóvenes incansables con ganas de comerse el mundo.

Todo sobre el Octoberfest

A las 23:00 nos quedamos a ver como cerraban las puertas de recinto y sabiendo que aquello también ponía fin a nuestro Oktoberfest, aunque aún quedaban casi dos semanas de festival. Al día siguiente volveríamos a ser los cuarentones -un tanto empachados de haber comido tanto mundo- felices con las vidas que hemos elegido y con el mismo espíritu de siempre, que nos llevará a pensar en la próxima escapada. 

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