Que ver en Praga con niños

Praga, el primer gran viaje con los niños

Cuando nació Emma, hace ya casi diez años, mi pareja y yo- que siempre habíamos sido viajeros entusiastas- nos hicimos la firme promesa de seguir viajando. Pero dos años después llegó Darío y entre que si son muy pequeños, que si hay que llevar los carros, que si no quieren caminar… total, que nos comimos nuestra promesa y durante los últimos casi diez años más que viajar hemos veraneado.

Y no es que el veraneo este mal ¿a quien no le gusta pasar un par de semanas de playa, paseo marítimo, helado y niños? o una escapada a la montaña, o un fin de semana en San Sebastían…  pero a quienes no gusta hacer maletas, también nos gusta descubrir nuevas fronteras.

Por fin el pasado verano, con 9 y 7 años respectivamente, decidimos hacer nuestro primer viaje de verdad con los enanos. Decidir el destino no fue un problema, Praga nos llevaba años rondando la cabeza y cumplía los dos requisitos imprescindibles: un viaje largo pero no demasiado y un lugar  con muchas opciones para todos los gustos, donde fuera sencillo encontrar unas actividades divertidas e interesantes tanto para Emma y Darío, como para nosotros.

He de reconocer que mientas preparábamos el equipaje Jaime y yo estábamos un tanto nerviosos. Estos viajes son siempre una paliza, levántate pronto y échate a andar por la ciudad, de aquí para allá, hasta donde te den las piernas. Para nosotros no es un problema, como dice mi madre sarna con gusto no pica, pero también era muy importante que los enanos lo pasaran, que disfrutaran de todo, que aprendieran mucho y que cayeran en la cama rendidos, pero felices. También es un inconveniente el tema de probar comida checa, son nuevos sabores, por suerte les encantó.

Decidimos empezar a lo grande, así que llegamos a medio día, hicimos el check in, comimos y nos fuimos directos al Museo Lego. Mas de 340 metros cuadrados, más de 2.500 construcciones y todo un mundo en miniatura. Emma casi grita cuando vio el universo de Harry Potter, para Darío encontrar la “estrella de la muerte” de Star Wars fue lo más, y Jaime y yo caímos rendidos con las aventuras de Indiana Jones. Hay mucho más, pero no desvelaré más sorpresas, solo diré que cumplimos el objetivo: rendidos pero felices.

El segundo día integro lo dedicamos al Castillo de Praga. El lugar tiene la capacidad de encandilar a grandes y pequeños por igual. Acompañando la visita con un poco de historia es sencillo trasportarse hasta otra época y casi poder sentirse como un viajero del tiempo. Darío y Emma iban con los ojos muy abiertos, flipando en cada esquina y eso que aún no sabían lo mejor, dentro del castillo hay un Museo de Juguete. Toda la historia del los juguetes en un solo museo, miles de juguetes y la posibilidad de ver cómo eran los juegos hace cientos o miles de años. Juguetes de madera o piedra, casas de muñecas, trenes y coches de todas las épocas y una colección de barbies que nos dejó a los cuatro con la boca abierta.

Viajar con niños a Praga

Para aquella noche teníamos entradas para el Teatro Nacional de Marionetas y a la 20:00 entrábamos en el precioso edificio Art Deco. Vimos la adaptación de Don Giovanni, de Mozart y a Jaime y a mi nos emocionó profundamente por la belleza de las marionetas, por los trajes, por la exquisita representación y por el entorno; para Darío y Emma fue igual emocionante  o incluso más, casi hipnótico. La obra era en italiano, pero a ellos les daba igual no enterarse, pendientes como estaban de aquellas hermosas marionetas que daban la impresión de moverse como por arte de magia.

Aprovechando la fascinación por las marionetas de mis hijos, nuestra primera visita del tercer día fue el Museo de las Marionetas. Marionetas de ayer,  hoy y siempre, decorados completos y una reproducción al detalle de un teatro barroco, ayudaron a mis hijos a entender la sutileza de este arte centenario y nos hicieron pasar a los cuatro un rato estupendo. Seguimos nuestro día de museos en el Museo de Cera, donde ilustres personajes de todos los tiempos y los checos más internacionales lucen representados con tanto detalle, que parece mentira que sean de cera, como insistían una y otra vez los niños, suplicando que les dejáramos tocar alguno.

Para la tarde nos decidimos por la colina Petrin, buscando espacios verdes donde los enanos pudieran desfogarse. Fue un gran acierto. El funicular les entusiasmo y permitió a Jaime hacer unas fotos espectaculares. Nos subimos a la alto de la Torre Petrin, una réplica de la Torre Eiffel, y disfrutamos de unas vistas increíbles de la ciudad y como guinda, un buen rato en un laberinto de espejos que nos hizo reír de los lindo a los cuatro.

Que ver en Praga

Nuestro cuarto y último día en Praga comenzó en los Jardines Vrtba. Este jardín barroco, plagado de estatuas, corredores que parecían laberintos y escalonado tiene, además, unas vistas estupendas  del Castillo de Praga y de la zona de Mala Strana. Ellos tuvieron un par de horas de carreras, escondites y juegos mientras nosotros hacíamos algunas de las fotos más bonitas de nuestros hijos. Para la tarde nos esperaba un maravilloso paseo en barco por el rio Moldava. Jaime y yo estábamos deseando ver Praga desde una perspectiva diferente  y para los niños, que el paseo fuera en barco ya era emoción suficiente.

La última noche nos esperaba un espectáculo que nos tenía nerviosos a los cuatro, el Teatro Negro. Solo sabíamos que era mudo y sobre un escenario negro. Entramos allí sin tener mucha idea de lo que íbamos a encontrar y salimos sorprendidos y alucinados de como la música y la luz  pueden llegar a emocionar de esa manera.

Aunque solo fueron cuatro noches, ojalá hubieran sido más, fue un triunfo absoluto. Si hubieramos previsto más dias nos habríamos planteado hacer excursiones a Karlovy Vary y Cesky Krumlov. Después de este viaje en casa ya somos cuatro viajeros entusiastas pensando en el siguiente destino.

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