La Tomatina de Buñol, la última gran fiesta del verano

Cada mes de agosto España se viste de fiestas populares. En cada rincón de la península  se come, se bebe y se ríe al son de las fiestas del pueblo. Aunque los días son largos, agosto va pasando entre festejos, tradiciones y orquestas, guardando para el último miércoles de mes una de las más grandes, la Tomatina de Buñol.

Esta fiesta tiene su origen a mediados de los años 50 y no está muy claro cómo nació, lo que sí parece seguro es que, la primera vez los tomatazos iban en serio. Según cuentan, un grupo de jóvenes del pueblo la emprendió con quienes desfilaban con los Gigantes y Cabezudos, ya que éstos, previamente, les habían echado del desfile. Lo que encontraron como arma arrojadiza, para desgracia del verdulero, fue el carro de los tomates.  ¡A tomatazo limpio la emprendieron! Aunque aquello termino con la intervención de la policía, todo el pueblo-excepto el verdulero- pasó un rato realmente divertido.

A partir de entonces, los propios vecinos se encargaron de organizar una buena tomatina cada último miércoles de agosto, durante sus fiestas patronales. Fue a partir de 1980 cuando el ayuntamiento decidió hacerse cargo del festejo y “profesionalizar” la munición. Los tomates, que hasta entonces los traían los propios vecinos, fueron encargados a un pueblo de Castellón donde cultivan cada año las 150 toneladas de munición en forma de tomates.

La Tomatina, que cumple este año su 62ª edición, se popularizó en 1983 gracias a un reportaje en Informe Semanal. En aquel entonces, con solo dos canales de televisión, más de 20 millones de españoles vieron en la plaza de un pueblo de Valencia, Buñol, como los vecinos se enfrascaban en una batalla campal a base de tomates. Y fue un éxito total.

Fiestas populares

Desde entonces, la popular y divertida fiesta de la Tomatina de Buñol ha ido ganando adeptos  tanto aquí como fuera de nuestras fronteras. Tanto es así, que en 2002 fue declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, llegando a ediciones con más de 45.000 participantes. A partir de 2013 el ayuntamiento se vio obligado a limitar el aforo a 22.000 personas, para evitar aglomeraciones, riesgos innecesarios y seguir disfrutando de esta gran fiesta de verano.

El último miércoles de agosto, Buñol despierta temprano y cansado-estamos a mitad de fiestas- y se prepara para la batalla. A las 10, todos los locales y comercios del pueblo tienen sus escaparates protegidos y están listos para la guerra. Pero antes de ponerse hasta arriba de tomate, hay que subir el “palo jabón”.  Algún mozo de pueblo debe conseguir llevar hasta lo alto de un palo de madera engrasado con jabón, para conseguir soltar un jamón que pende de lo alto. Hasta que no termina la cucaña no empieza la batalla.

A eso de las 11 un petardo marca el inicio. Atención, porque entran los camiones cargados de tomates hasta los topes y los primeros guerreros de avanzadilla, desde lo alto, van “entomatando” al personal. Después vaciaran su carga y ¡sálvese quien pueda! Miles de personas se afanan, entre risas, bromas y muchas ganas de pasarlo bien, en acabar completamente bañados en jugo de tomate natural a base de lanzarse los unos a los otros más de 150 toneladas de tomate. Único, impresionante y divertidísimo.

La Tomatina de Buñol, la última gran fiesta del verano.

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