Aquella mañana nos despertamos muy temprano, nerviosos como estábamos ante nuestro último día en Bangkok y en Tailandia, con la firma intención de hacernos con regalos para todo el mundo y la esperanza de encontrar algo chulo que llevarnos de recuerdo para nosotros. Habían sido tres semanas cargadas de emociones, nuevos lugares y buenas gentes, pero tan intensas y escasas de tiempo que hasta ese momento no habíamos comprado nada que no fuera comestible.
Aquí te dejamos nuestra galería de imágenes del Mercado Chatuchak de Bangkok. Hacer click en la imagen para abrirla.
La idea de marcharnos de Tailandia sin haber gastado ni un solo bath (moneda tailandesa) en el famoso y enorme mercado de Chatuchak de Bangkok era totalmente impensable. Todas las guías y los foros que leímos, así como los turistas que nos fuimos encontrando a lo largo de nuestro periplo nos habían hablado de este bullicioso, trepidante y popular mercado, además de asegurar que tenían los mejores precios de todo el país.
Pues allí estábamos, tomando un copioso desayuno con la esperanza de contar con las fuerzas necesarias para enfrentarnos a un mercado con más de 100.000 metros cuadrados y la increíble cifra de 15.000 puestos lo que supone ser el mercado más grande de Tailandia. Aunque lo estuvimos comentando en la mesa y vimos fotos del mercado, en ese momento no eramos capaces de imaginar lo que nos íbamos a encontrar un rato después.
Es cierto que lo de dedicar el último día al gran mercado de Chatuchak era una idea muy pensada. Cuando, en su día, habíamos diseñado nuestra ruta de viaje pensábamos que dejar las compras para el último día sería perfecto por varias razones. Primero, al llevar allí varias semanas ya estaríamos familiarizados con la moneda, el bath, y el cambio; también creíamos que al haber viajado por el país tendríamos una idea más clara de lo que es un precio justo por las cosas; por otro lado, tampoco íbamos a cargar con las compras durante todo el viaje, mejor comprar y a casa; por último, sabedores de lo necesaria que resulta una buena técnica de regateo, ingenuos de nosotros pensábamos que tendríamos todo el viaje para mejorar nuestras habilidades negociadoras.
Todo esto daba vueltas en nuestra cabeza mientras tomábamos el skytrain en dirección a la estación de Mo Chit. Esta estación está cerca de una de las zonas del mercado que más nos interesaba, la de la ropa. Nada más llegar a nuestro destino nos dimos cuenta de que, por muy preparados que estuviéramos, Chatuchak era mucho mercado.
Aquel sábado por la mañana -porque Chatuchak es un mercado de fin de semana- a pesar del pegajoso calor y que aún era temprano, el mercadillo estaba ya en plena ebullición. Pasamos un buen rato perdidos por la zona de la ropa, no es que estuviéramos buscando algo concreto, el tema es que la gente, los puestos y el ambiente nos tenían medio hipnotizados. Alucinando con todo y sin pararnos en nada. Era como una película en la que no te atreves a pestañear por si te pierdes algo interesante.
Algo más de una hora después un buen zumo de frutas nos saco de la hipnosis y los paseos sin rumbo. Sentados en mitad del bullicio, zumo en mano, sacamos nuestra lista de deseos para ver si éramos capaces de orientarnos. Para los sobrinos queríamos comprar una camisetas divertidas y para las familias algún bonito objeto de artesanía, eso era lo imprescindible. A partir de ahí, si encontrábamos algo chulo para nosotros, perfecto.
El mercado de Chatuchak está dividido en 8 categorías. Las categorías de “comida fresca” y “mascotas” no eran de nuestro interés. Hemos tenido la oportunidad de ver las zonas de comida fresca en otros mercado asiáticos y aunque es toda una experiencia, no es necesario vivirla más de una vez. En cuanto a las “mascotas”, quienes como nosotros nos consideramos tanto amantes como defensores de los animales, verlos encerrados y expuestos en un mercado como si fueran cosas, resulta realmente doloroso.
Excluidas directamente estas dos categorías, dejamos la de “plantas” y la de “libros” para el final del día si había tiempo y ganas. Nos quedaban otras cuatro categorías cuyas zonas queríamos visitar: ropa, antigüedades, artesanía y comida y bebida.
Terminamos el zumo y nos lanzamos a la vorágine del mercado. Seguimos en la zona de ropa y unos pocos puestos después encontramos unas divertidas camisetas que parecían perfectas para los niños. La etiqueta decía 100% algodón y el tacto era bastante bueno. Los dibujos estaban pintados no pegados y tanto las costuras como las terminaciones parecían correctas.
Llegaba el momento de la primera batalla. Lo primero era preguntar por el precio de una camiseta, siempre amablemente y con una sonrisa. Tal y como esperábamos como primer precio nos dio uno para “japoneses”. Uno de nuestros argumentos favoritos para el regateo es pedir precio de “turista pobre”. Con esa estratagema y mucho buen humor logramos una rebaja de un 40% sobre el precio inicial. Ahora, cuando ya tenemos un precio razonable, es cuando le decimos que nos queremos llevar 3 camisetas, así conseguimos llevarnos otra buena rebaja. Al final, conseguimos comprar las tres camisetas por poco más del precio que nos pedía inicialmente por una y algo más de 20 minutos de negociación.
Cumplido el primer objetivo, nos dirigimos mapa en mano, a la zona de artesanía. De nuevo, dedicamos un buen rato simplemente a perdernos por los puestos. Esta vez, acostumbrados ya al bullicio y el ambiente, centramos nuestra atención en la increíble oferta. Cierto es que el gusto tailandés difiere un poco de estándar europeo, de modo que lo que ellos consideran bonito es, muchas veces, demasiado colorido y llamativo para nosotros, pero aún así, vimos verdaderas preciosidades y maravillosas obras de artesanía.
Después del paseo, tocaba el turno de comer algo y reponer fuerzas. Comer en el mercado solo tiene la dificultad de elegir entre los cientos de puestos callejeros de comida exótica y deliciosa. Nosotros triunfamos y mientras degustábamos nuestro rico almuerzo decidimos que, de entre todo lo que habíamos visto, nuestras familias iban a recibir unas preciosas tallas de madera natural, con distintos motivos y decoración. Realmente bonitas.
Tras la comida localizamos un puesto y nos pusimos manos a la obra. Utilizando los mismos trucos que el la compra anterior, conseguimos comprar tres preciosas figuras- una era para nosotros- por un 50% menos de lo que nos había pedido inicialmente.
Con las bolsas llenas con todo lo que habíamos venido a buscar, nos fuimos a darnos un último paseo por la zona de las antigüedades, por la que sentíamos mucha curiosidad. A ambos nos encantan las cosas antiguas, pero como no sabemos nada del tema, tampoco sabemos distinguir un trasto viejo de una antigüedad. Esa es la razón de que nos diéramos un gran paseo por allí, y aunque no comprásemos nada, disfrutamos entre baratijas y objetos curiosos.
Eran poco más de las seis y los puestos estaban empezando a recoger cuando nosotros nos dirigimos al metro, a la estación de Chatuchak Park para poner rumbo al hotel, preparar el equipaje y despedirnos de Tailandia después de haber ganado la batalla el gran mercado de Chatuchak.