Querida abuela Mari,
Dentro de poco va a hacer un año desde que fuimos a conocer a Papa Noel ¡hay que ver cómo pasa el tiempo!, es lo que dices siempre tu y ahora es cuando entiendo lo que quieres decir. A mi me parece que fue ayer cuando mamá y papá nos dijeron que nos habías regalado un viaje muy especial.
Aquí te dejamos nuestra galería de imágenes de Rovaniemi. Hacer click en la imagen para abrirla.
Te voy a decir la verdad, en ese momento no me gustó nada el plan. Resulta que, ese fin de semana, teníamos un partido muy importante y yo no quería perdérmelo. Cuando se lo dije a papá, se echo a reír y me dijo que no pensara en el partido que esto iba a ser mucho, pero mucho mejor. No quise insistir porque sabía que no serviría de nada. Pero yo no quería ir, esa es la verdad.
La culpa fue de papá y mamá, si me hubieran dicho desde el principio que íbamos a conocer a Papa Noel, yo paso del partido totalmente. Pero claro, la sorpresa fue tan guay que igual era mejor no saber nada. Con estas cosas uno nunca sabe ¿verdad abuela?
Se que ya te dí las gracias y un millón de besos por el súper regalo que nos hiciste y además te lo conté todo con pelos y señales. Pero como a veces se te olvidan algunas cosas-eso es lo que dice mama- he pensado que te gustaría tener toda la historia por escrito. Bueno, y también que me han pedido una redacción en el cole y este es el tema que se me ha ocurrido. ¡Espero que te guste!
Cómo conocí a Papa Noel, por Darío González. 4º de primaria
Ya era de noche cuando llegamos a Rovaniemi. Aunque habíamos cogido dos aviones, el viaje no se me había hecho muy largo, saliendo tan temprano como salimos me sorprendió que fuera tan de noche. Mientras íbamos hacía el hotel me llevé otra sorpresa. Todo estaba abierto, todo iluminado y la ciudad estaba muy animada. Era tan de noche, que yo pensaba que la ciudad iba a estar durmiendo.
Le pregunté a mi padre y entonces lo entendí todo. ¡Estábamos en el Círculo Polar Ártico! Y eran solo las cuatro de la tarde pero ya era de noche total. Allí en invierno tienen muy pocas horas de luz porque están muy muy al norte y el profesor de Ciencias nos había explicado que cuánto más al norte más pronto anochece.
El primer paseo por Rovaniemi fue genial. Yo iba un poco flipado observándolo todo y casi ni notaba que hacía un montón de frío. Menos mal que mi madre había comprado ropa especial, como de esquí, y con eso íbamos la mar de calentitos.
No fue hasta que volvimos al hotel cuando me dí cuenta de que estaba pasando. En la habitación había un folleto que decía “Rovaniemi, capital de Laponia y hogar de Papa Noel”. De verdad que no podía creerlo. Lo tuve que leer seis veces o más. No se que cara se me debió quedar, el caso es que mi madre se acercó a preguntarme si estaba bien.
¡Cómo bien, estaba mejor que bien! Estaba en el pueblo de Papa Noel. Iba a conocer a Papa Noel… wuauuuu!! no podía creerlo. Me puse a dar saltos por la habitación, no se si estaba gritando o no, no me acuerdo, pero si se que mis padres me miraban y se tronchaban de risa mientras yo saltaba sobre la cama loco de contento.
Me acosté pensando que sería imposible dormir. Pero supongo que por el viaje o los nervios, el tema es que caí redondo en la cama.
No se tarda mucho en llegar hasta el pueblo de Papa Noel, además los paisajes nevados son súper chulos, pero yo estaba deseando llegar y se me hizo largo. El pueblo es más grande de lo que había imaginado. Hay un montón de cabañas de madera y los elfos están por todas partes. Fuimos a una cabaña donde el jefe de los elfos nos explicó como vigilaban a los niños, para saber quienes se portaban bien y quienes no y donde tenían los almacenes para guardar los juguetes. Después fuimos a ver los renos, que son enormes-casi como caballos- y muy bonitos. También nos dimos un paseo en un trineo de renos y fue total.
Luego tocaba la visita a la Oficina de Correos de Papa Noel. Allí mi madre compró sobre y papel para poder escribir la carta y escribimos algunas postales para los primos, los tíos y para la abuela Mari. Llevaban un sello muy especial, ¡el sello del Círculo Polar Ártico! Fue durante el almuerzo cuando escribí mi carta. De eso no puedo contar nada porque me dijo un elfo que es mejor que solo lo sepa Papa Noel.
Por fin, tras la comida llegó el turno de la Casa de Papa Noel. Cuando entramos me temblaban las rodillas. La casa es preciosa y tiene un montón de adornos y explicaciones sobre las tradiciones navideñas en todas partes. Es como un museo de la Navidad y reconozco que me gustó tanto que por un momento me olvidé que Papa Noel estaba por allí hasta que lo vi. Sentado en un escritorio de madera y rodeado de cartas de todas partes. Era tal y como esperaba. Grande y barrigudo, con el pelo largo y muy blanco y una barba mucho más suave de lo que creía. Cuando me acerque para darle la carta me sudaban las manos de los nervios. Pero lo conseguí. Le entregué mi carta y le di la mano. El me dio un abrazo, me sonrió y me sentó en sus rodillas para que nos sacaran un foto. Fue tan especial que aún no se suficientes palabras como para poder contarlo.
De regreso al hotel yo aún no me creía todo lo que había pasado. Y por la cara con la que me miraban mis padres creo que ellos también estaban totalmente emocionados por haber conocido a Papa Noel.
Estuvimos dos días más en Rovaniemi. Hicimos una excursión en un trineo tirado por 6 perros Husky, otra con raquetas para caminar por la nieve y fuimos también a aprender un poco sobre la cultura sami. Todo me encantó, pero con lo que sueño muchas veces desde que regresé es con Papa Noel, con lo suave que era su barba y con la forma en que me sonrió.
¡Este año seguro que me trae todo lo que pedí en la carta! Y si no, la verdad es que no importa porque mi abuela Mari me hizo el mejor regalo del mundo: he conocido a Papa Noel.