La gente que ha estado en el Valle del Elqui coincide en una palabra: mística. Por alguna extraña razón, en este lugar uno se siente tranquilo, liviano, esperanzado, contento, con la mente despejada. Para muchos chilenos, es el sitio ideal para desconectarse de la rutina o reflexionar sobre los rumbos de sus vidas.
El Valle del Elqui es una cuenca ubicada en el centro-norte de Chile. Desde Santiago son seis horas en bus hasta La Serena, la capital de la región de Coquimbo. Desde allí hay que tomar otro bus para llegar a cualquiera de los pueblos que conforman el Valle. Yo decidí hospedarme en Pisco Elqui, aunque escuché que Rivadavia y Vicuña (en donde está la casa natal de la poetisa Gabriela Mistral) son también buenos puntos para disfrutar el encanto de la zona.
Ya que llegué temprano en la mañana, no perdí el tiempo para sumergirme en ese misterioso entorno de montañas áridas y cordones verdes. Alquilé una bicicleta para dar un paseo hasta Alcohuaz, el último poblado del Valle.
La ruta es exigente por la intensidad del sol y las subidas empinadas (que a la vuelta se convierten en descensos casi extremos). El paisaje se presenta como un milagro: árboles, flores, plantas y frutas en medio de una aparente sequía. En algunas partes es posible acceder a los afluentes del río Elqui, que desde las cimas de la Cordillera de los Andes llega para bañar de vida al Valle.
Luego de pedalear unas dos horas, me detuve en Horcón, un pueblo de artesanos, para almorzar y descansar un poco.
La carretera acaba en Alcohuaz, en donde llama la atención un centro de meditación construido en arcilla y la cúpula de un observatorio astronómico. Recuerdo que allí me crucé con Yahair y Sofía, con quienes nos adentramos en los cultivos para tomar (sin permiso) algunos limones y uvas. No se lo digan a nadie.
En mi segundo día fui a Los Nichos, considerada una de las destilerías de pisco más antiguas de Chile. El Valle del Elqui es famoso también por contar con los viñedos que dan origen al licor más bebido del país. Es obligatorio ir a una destilería, conocer el proceso de fabricación del pisco y brindar con unas copas.
Por la noche, fui con Ximena, una amiga chilena que conocí en un bar, a uno de los miradores del pueblo. Se veían tantas estrellas que parecía una sola e interminable constelación. Por sus condiciones geográficas, climáticas y atmosféricas, el Valle cuenta con uno de los cielos más claros y limpios de todo el hemisferio sur.
En mi tercer y último día, decidí llevar la mística a otro nivel. Pisco Elqui está repleto de lugares que ofrecen alineación de chacras, tarot, yoga, reiki, oráculo maya, entre otras actividades. Yo opté por pagar la lectura de runas, unas cartas de origen celta que intentan guiar sobre asuntos existenciales. Soy incrédulo con estas prácticas, pero debo decir que algunas cosas me quedaron sonando y a veces las tengo en cuenta
En el pueblo también se puede disfrutar de platos tradicionales de la cocina chilena. Cuánto daría por volver a comer unas ricas empanadas de queso de cabra y camarón.
Al partir de este lugar mágico, me despedí con una vista espectacular de todo el Valle del Elqui, pasando por cada uno de los pequeños poblados. Aunque suene paradójico, la llamada Ruta de las Estrellas es mejor recorrerla de día para divisar este regalo de la naturaleza en todo su esplendor. Adiós a la mística del Valle del Elqui.