Zimbabue y su capital, Harare, son un destino imprescindible para todo gran viajero. Allí están las Cataratas Victoria y esa es una razón de peso, pero no es la única. Harare también es el corazón de ese misterioso continente que tanto nos intriga. África, destino de aventureros y exploradores, de viajeros ansiosos por dejarse deslumbrar por ese otro mundo.
Pero cuando pensamos en las grandes capitales africanas nos vienen a la cabeza ciudades decadentes y medio en ruinas, y eso con Harare es un error. Esta ciudad nos va a regalar una grata sorpresa. Lo que puede parecer una visita de trámite de camino a las Cataratas Victoria, se convierte en una ciudad apasionante, viva, moderna y cargada de grandes lugares.
No resulta una sorpresa encontrarse con las bonitas fachadas coloniales del Parlamento o la Corte Suprema, pues Harare es la ciudad que una vez fue Salisbury, capital de Rodesia y colonia de la Gran Bretaña. Dentro de la herencia británica que se respira en algunas zonas de la ciudad, destacan el Jardín Botanico o el Harare Garden, lugar donde los habitantes de la ajetreada ciudad de Harare eligen descansar y pasar sus ratos de ocio.
La ciudad también te sorprenderá por los vestigios de su historia mas reciente. Casi se puede palpar en el ambiente si se pasea por Africa Unity Square, donde el Meíkles Hotel recuerda que fue allí donde se celebró el primer parlamento independiente del país. Muy cerca está el Explorer’s Bar, mítico bar dedicado en su totalidad al primer explorar blanco que recorrió aquellos parajes, Henry M. Stanley.
También parte de su herencia son las grandes avenidas de Harare. Enormes, arboladas y pobladas de una curiosa mezcla entre decadentes mansiones, pequeñas tiendas y talleres de artistas. Destaca sobre todas ellas Greendale, donde solo el arbolado ya vale la pena, pero que además te lleva hasta la casa-taller de Dominic Benhura, escultor de talla internacional en arte shona. En el jardín de su casa tiene muchas de las obras en las que está trabajando, es un privilegio poder verlo de primera mano y quedarse con la imagen en la memoria, porque no está permitido hacer fotos.
Pero la historia colonial y el arte es algo que no sorprende en Harare, lo que choca, es la modernidad y la sofisticación. Pasear por el downtown de Harare es hacerlo entre altos rascacielos, tiendas de moda, restaurantes y oficinas. Hombres y mujeres trajeados y elegantes que andan con prisas pegados al móvil. Cadenas de multinacionales y centros comerciales hacen que te olvides que estás paseando por una gran capital africana y te creas en cualquier ciudad occidental.
Pero es cuando se da un paseo por Mbare Musika, que además de ser el mercado más importante de la ciudad es también una terminal de omnibus, cuando se vive el auténtico ambiente de las ciudades africanas. Ese toque de caótico desorden donde, al principio, te cuesta encontrar el sentido de las cosas. Después, te fijas con atención y empiezas a entender como es el día a día en una ciudad africana.
Como insólito, a 13 kilómetros al sureste de Harare se encuentra Epsworth, un asentamiento conocido por las Rocas equilibradas, formaciones rocosas creadas naturalmente y que sin apoyos permanecen equilibradas. Estas rocas figuran en el anverso de los billetes de Zimbabwe, hecho que las hizo populares.
Por todo ello, Harare es el lugar donde descubrir esa faceta de África que no te esperas.