Pamplona se viste de fiesta en San Fermín y, como cada año, espera ansiosa el “chupinazo” que marca el inicio de los mundialmente famosos “San Fermines”. Esta fiesta tradicional, que se lleva celebrando desde el siglo XVI, es el escaparate al mundo de la maravillosa ciudad de Pamplona.
Sus calles se engalanan, sus mozos y mozas de visten de fiesta -de blanco impoluto con su pañuelo rojo al cuello- y salen a las calles a disfrutar, a comer, a beber, a cantar y los más valientes, a darse la carrera de su vida. Son sólo 849 metros a lo largo del bellísimo casco antiguo de Pamplona, pero hay mozos a los que se les hace muy largo.
El encierro comienza en los corralillos de la cuesta de Santo Domingo, bajo la hornacina del Santo, donde corredores y corredoras entonan el clásico “A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición.” Hasta 3 veces lo cantan, minutos antes del encierro, en busca de la ayuda del santo en su carrera.
Los 6 toros de lidia y los 8 cabestros que los acompañan enfilan la cuesta de Santo Domingo en dirección a la Plaza Consistorial, siguiendo a los corredores y seguidos por los pastores, encargados de vigilar que ningún animal se separe del grupo. La carrera continúa desenfrenada hasta el giro de la calle Mercaderes, donde tanto corredores como toros entran en la famosa calle Estafeta, animales y personas aprietan en el último esprín antes de llegar a la Plaza de Toros.
Son alrededor de 3 minutos de adrenalina, emoción, tradición y riesgo que cada mañana , a eso de las 8, durante la semana de San Fermín paraliza a medio país que se queda pegado a la tele, embruja a aquellos privilegiados que pueden disfrutar de la carrera en directo y se convierte en un hito para los valientes que corren.
Gracias al genial Ernest Hemingway, asiduo visitante de Pamplona en San Fermín desde 1924, los encierros son conocidos en todo el mundo y reciben un gran número de visitantes extranjeros; pero esta fiesta es mucho más que encierros y corridas de toros. Desde el chupinazo, que marca el comienzo, hasta el pobre de mí, que despide esta fiesta, Pamplona ofrece un ambiente festivo que contagia a todos sus visitantes y mucho más.
Todos los días la comparsa de gigantes, cabezudos –originarios de esta ciudad-, zaldikos y kilikis acuden puntuales a su cita con el santo, bailando al compás de gaiteros y txistularis. La música de las Dianas o las Charangas o la procesión del Santo, son también elementos de esta fiesta. Y todo ello, iluminado cada noche por espectaculares fuegos artificiales que anuncian una gran noche de fiesta.
Por todo esto y por mucho más que solo se puede descubrir allí…
Pamploneses, Pamplonesas y visitantes: ¡Viva san Fermín! Gora san Fermin!