De la mano de Saramago al Palacio Nacional de Mafra

No se en que momento decidí viajar a Mafra pero de lo que estoy segura es que fue José Saramago quien puso la idea en mi cabeza. Supongo que es una razón más para estar agradecida a este gran maestro de las letras.

Hace años que dejo que mi pasión por la literatura me ayude a decidir los próximos destinos de viaje. La verdad es que hay mil razones diferentes para viajar, imagino que tantas como viajeros, y muchas veces cuando estoy ante alguno de los grandes monumentos que he tenido la suerte de contemplar me dedico a observar a las personas que están compartiendo conmigo ese momento tratando de adivinar cuales podían ser sus motivos; en cualquier caso, todos los motivos son buenos para hacer las maletas.

Debo reconocer que aún habiendo estado en Lisboa antes, no había oído hablar del Palacio Nacional de Mafra, así que cuando comencé a leer Memorial del convento de José Saramago ni siquiera sabía que se trataba de un lugar real. Tanto las palabras como su forma pausada de contar historias me atrapó desde la primera frase, pero fueron las venturas y desventuras de Baltasar Sietesoles durante la construcción del convento de Mafra las que atrajeron toda mi atención.

El señor Sietesoles, que es un manco con un gancho en la derecha; la señora Sietelunas, que puede ver el interior de las personas y el cura volador son los protagonistas elegidos por Saramago para contar una gran historia ambientada durante la construcción de la estrella del barroco portugués, el Palacio Nacional de Mafra. Aquellas horas de lectura y esa facilidad natural para imbuirme en los textos y vivirlos en primera persona hicieron nacer en mi el deseo irrefrenable de visitar el lugar que sentía que había visto construir.

Así surgió la idea de visitar de nuevo Lisboa pero esta vez, a diferencia de la primera, no iba a cometer el error de no hacer una de las mejores excursiones posibles: visitar Mafra.  A poco más de 30 kilómetros de la capital, es una visita que no deja indiferente a nadie, se haga o no de la mano del genial Saramago.

Como es el Palacio de Mafra

La construcción del complejo del Palacio Nacional de Mafra incluye un convento, una basílica y un palacio, pero su origen está en el convento y en la dificultad de María Ana de Austria y Juan V de Portugal para tener descendencia. Cuando por fin nació la princesa Bárbara de Braganza, su padre hizo honor a su promesa y en 1717 ordenó la construcción de un convento franciscano que debía albergar a trece frailes.

Pero el rey Juan V cambió de opinión en seguida.  En la época gloriosa del imperio Portugués, el oro llegaba a raudales desde sus colonias, principalmente Brasil, y eso le animó a construir un gran palacio, además de un convento. Así, el pequeño convento para trece monjes terminó albergando a trescientos treinta franciscanos sin quitar un ápice de espacio al gran palacio protagonista de la obra. Trece años después del comienzo, con motivo del cuadragésimo primer cumpleaños del rey, se celebró la gran inauguración de palacio, una fiesta que se prolongó durante más de ocho días.

Pero es que visitar la obra cumbre del barroco portugués lleva su tiempo. Son 38.000 metros cuadrados de palacio de piedra caliza y mármol cuya construcción he seguido tras los pasos de Sietesoles y Sietelunas y cuya visita he disfrutado tanto como la lectura de sus aventuras. Al hablar de la visita he de decir que ver las 1.200 habitaciones del palacio, los 29 patios interiores, las 156 escaleras y las más de 4.700 puertas y ventanas serían una misión imposible-aunque me hubiera encantado hacerlo con el libro de Saramago bajo el brazo- así que me tuve que conformar con aquellas estancias que forman parte de la visita.

Y no me quejo. Algo más de veinte salas, perfectamente conservadas y exquisitamente decoradas me ayudaron a transportarme a los tiempos en los que este palacio era el lugar elegido por la Familia Real Portuguesa como lugar de descanso, relajación o celebración.

Al llegar al salón del trono o a la sala de música fue fácil imaginar a la señora Sietelunas cruzándolo a hurtadillas para evitar ser descubierta por las damas de la corte. Cuando vi la curiosa sala de caza enseguida me parecía estar observando a los príncipes y nobles regresando de largos días de caza en los cercanos bosques de Mafra bajo la atenta mirada de Saramago tras los ojos de Baltasar Sietesoles.

Aunque el mejor y mas impactante recuerdo me lo dejo la biblioteca. Quizá es mi amor por los libros o mi pasión por las palabras, pero seguramente es porque se trata de una de las bibliotecas más importantes de Europa, pero este lugar y sus casi 40.000 volúmenes me pareció, sencillamente, mágico.

Después llego la visita al convento que incluye las celdas de los monjes o la cocina, pero que impresiona sobre todo por el hospital, una estancia nada habitual en aquella época en una construcción de estas características y que, además, está muy bien conservada.

Por último, la Basílica. Allí la música de los seis órganos acompañaba las palabras del cura volador de Memorial del convento, mientras trataba de imaginar como sonarían los dos carillones y sus 92 campanas.

Que ver en el Palacio de Mafra

Fue maravilloso visitar este hermoso lugar de la mano de José Saramago. Este maestro de las palabras me llevo hasta Mafra y allí pude descubrir uno de esos sitios que se te quedan grabados en la retina y te acompañan el resto de tu vida. No se como será hacer este viaje sin un libro bajo el brazo, pero estoy segura de que este lugar llegará al corazón de cualquiera.

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