Conocer el rio Futaleufu

Los asombrosos colores del río Futaleufú

Cuando estaba en El Chaltén, en la Patagonia argentina, decidí pasar al lado chileno para recorrer un tramo de la popular Carretera Austral. La idea era simple: avanzar rápidamente hacia el norte, parando únicamente para dormir. En ningún momento me imaginé que iba a ser una extensa travesía con una magnífica recompensa al final.

Tomé el bus por la noche con destino a Los Antiguos, en donde hay un paso fronterizo que conecta con el pueblo vecino de Chile Chico. Era muy temprano, no había transporte público, por lo que tuve que caminar 10 kilómetros para cruzar la frontera.

Una de las cosas más lindas de viajar por la Patagonia es que no todos los recorridos son terrestres. Ya que hay gigantescos lagos en el camino, es necesario subirse a barcazas que transportan autos, buses, motos y pasajeros. Esto ocurre en Chile Chico, en donde el imponente lago General Carrera es la ruta de acceso a Puerto Ibáñez.

Este es un viaje hermoso. El lago es tan grande como un mar y sus tonalidades se asemejan a las aguas del Caribe. Eso sí, los vientos son tan fuertes que te hacen sentir como una pluma. Hay que agarrarse muy bien de las barandas del transbordador.

De vuelta a tierra firme, arranqué el recorrido por la Carretera Austral, la cual es muy recomendada por los mochileros que viajan haciendo autostop. Entre Puerto Montt y Villa O’Higgins, son más de 1.200 kilómetros para disfrutar de postales patagónicas, así que más vale no quedarse dormido en el auto. Por cuestiones de tiempo, yo sólo pude hacer una tercera parte del trayecto.

Luego de pasar casi dos días entre barcazas, furgonetas y buses, llegué a Futaleufú.  Mi plan inicial era seguir derecho para regresar a Argentina e internarme unos días en El Bolsón. Pero me di cuenta que era muy de mañana y no estaba de más darme una vuelta por la zona.

Caminé con destino hacia el paso fronterizo. A los dos kilómetros, encontré uno de los accesos a la Reserva Nacional Futaleufú. Avancé unos metros hasta llegar a un puente. Y ahí me llevé una de las sorpresas más bonitas de mi viaje por Suramérica: un río torrentoso que se combinaba con azules, verdes y blancos, encausado en paredes rocosas. El río Futaleufú.

Los asombrosos colores del rio Futaleufu

Bajé un poco hacia el costado del puente y me quedé contemplando el movimiento de las aguas. Era una imagen que me hipnotizaba. No sé qué tenían esos colores, era como si me llevaran a un recuerdo placentero de la infancia. Para completar, el día era perfecto: cielo totalmente despejado y mucha luz para vislumbrar las montañas que rodean el río.

El Futaleufú es considerado uno de los mejores ríos del mundo para hacer rafting. Sus corrientes son muy rápidas, pero también muy peligrosas; de hecho, para la época en que estuve, había equipos de rescate en la búsqueda de un ciudadano argentino que había desaparecido en el río.

A pesar de esto, hay algunas partes en donde el río se convierte en una especie de piscina natural. Unos cinco kilómetros al norte de la reserva, se encuentra una zona habilitada para pescadores o personas que quieran nadar. No dudé en hacerlo. El agua era helada, se sentía el frío hasta en los huesos, pero fue un refrescante baño que me sirvió para relajar los músculos después de tanto trajín.

Antes del atardecer llegué a la frontera. Allí hay otro puente para divisar el río Grande, como es conocido el Futaleufú en Argentina. Mientras esperaba el bus, pude disfrutar un poco más del que ahora es mi río favorito del mundo.

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