Al norte de Italia, casi en la frontera con Eslovenia y muy cerca de Austria, está la fabulosa y elegante ciudad de Trieste. Pequeña, pero altiva y majestuosa, parece querer dominar el Adriático desde su atalaya. Con influencias del Imperio Romano, cierto aire eslavo e importante herencia austriaca, Trieste es un auténtico crisol de culturas y una ciudad donde es una delicia perderse.
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Con el honor de tener la mayor plaza de Europa abierta al mar, toda visita a la ciudad de Trieste debe empezar por la Piazza Unitá d’Italia. Un buen número de hermosos y monumentales edificios-que parecen querer transportarte a la Viena del siglo XIX- desde los que el observar el Mar Adriático. Tan bonita es la vista de uno como del otro lado de la piazza.
El Canal grande nos espera después. Muy al estilo de los grandes canales venecianos, plagado de palacios, restaurantes y los típicos cafés de Trieste, donde simplemente disfrutar de un buen café italiano en un entorno apropiado. Un paseo por el canal, cruzando dos puentes históricos, el Ponte Rosso y el Ponte Verde, para terminar en la neoclásica Iglesia de San Antonio, es un recorrido casi obligatorio.
Como crisol de culturas, Trieste ofrece el sorprendente Teatro romano. Construido por el emperador Octavio, en el año 33 a.C, bajo el monte San Giusto en pleno centro, constituye uno de los espacios más importantes de la ciudad. Tras el teatro, calma y tranquilidad para subir por las escalinatas y las calles empedradas que recorren las laderas de del monte para llevarnos hasta la explanada que corona el monte de San Giusto. Por el camino, si tenemos la precaución de mirar atrás, veremos unas preciosas vistas del mar y la Piazza Unitá d’Italia.
En la cima del monte, nos esperan dos hermosas sorpresas. En lo más alto, el Castillo de San Giusto. Una fortaleza medieval perfecta para pasear, enclavada en lo que fue el corazón de la Trieste del siglo XV, que ofrece algunas de las panorámicas más bonitas de la ciudad. En la falda de castillo está la Catedral de San Giusto, de inspiración románica y con unos mosaicos que bien valen la visita. La subida a la torre es toda una experiencia y garantiza una de las mejores fotos de Trieste.
La sinagoga más grande de Italia también es una de las visitas imprescindibles, su imponente cúpula y las cuatro grandes columnas que la sostienen, dan una idea de la grandeza de unos de los lugares más importantes para la religión Judía en Europa.
Antes de perderse por las calles del centro para descubrir la auténtica Trieste, queda una última visita necesaria, el Castillo de Miramare. Maximiliano de Habsburgo ordeno la construcción de este gran palacio blanco, rodeado por un hermoso jardín de diferentes tonos verdes a orillas de azul del Adriático. Un espectáculo tanto por dentro como por fuera.
Una vez se han recorrido todos estos lugares y se ha vivido la grandeza que emana esta pequeña ciudad es el momento de dejarse llevar. De comer en coquetos restaurantes, de tomar algo en los cafés mientras se disfrutar del placer de ver como pasa la vida en una ciudad tan encantadora, como hermosa e interesante. Visita Trieste y descubre una Italia sorprendente.