Candombe, el alma africana de Montevideo

El fin de semana el ritmo de los tambores inunda algunos barrios de Montevideo.  Vibrante, casi hipnótico, lleno de energía y cargado de vida, el Candombe recorre las calles de Palermo o el Barrio Sur.

Son las manos que tocan las que exprimen la magia de los tres tambores del Candombe. El tambor chico, el más pequeño de los tres, se encarga de los registros más agudos. El repique es el tambor intermedio, tanto en el tamaño como en el sonido. El piano es el tambor grande y el más grave.

Es el piano quien manda en el Candombe. Palo y mano contra el cuero formando ritmos, llamando, provocando, siempre bien arropado por el repique y el chico. Así, cada barrio y cada comparsa tienen su ritmo, su llamada. Para que al escucharlo todo el mundo lo reconozca: este ritmo es del Barrio Sur; aquel que suena de Palermo y los de Malvín son inconfundibles en su repique.

Pero el Candombe no solo se escucha, también  se baila  en Montevideo. Piernas, brazos, hombros y caderas, todo se mueve al ritmo del chico, el repique y el piano. Mientras bailas, dejas que el Candombe te envuelva y no existe nada más que su ritmo y tú. Cuando la música para y vuelves en ti, te preguntas cómo un ritmo africano ha saltado el Atlántico para embriagarte en Montevideo.

La esclavitud es la respuesta. Esta práctica, traída por los europeos a sus colonias americanas, dejo mucho dolor y mucha humillación porque llevo hasta el puerto de Montevideo a muchos esclavos africanos que, además del sudor y el trabajo, nos dejaron en herencia su cultura y sus ritmos.

Durante el siglo XVIII, Montevideo era el puerto principal del Virreinato del Rio de la Plata y por ello, la puerta de entrada de los barcos que venían cargados de esclavos africanos. Para finales de siglo, alrededor del 35% de la población era de origen africano en Montevideo. En los días libres, se juntaban a bailar y tocar los ritmos que llevaban en la sangre, llenando las calles de música, tambores y movimientos imposibles. Estas ceremonias con tintes culturales, religiosos y espirituales, estaban salpicadas de personajes recurrentes como la mama vieja o el gramillero, vibrando al ritmo de los tambores.

Aunque durante los siglos XIX y XX los descendientes de los primeros esclavos africanos se fueron mezclando con la población local, algunas familias continuaron fieles a sus raíces, convirtiendo el Candombe en el símbolo de los afroamericanos de Montevideo. Al principio en sus conventillos o casas de vecinos. Con el tiempo fueron sacando el Candombe a la calle de modo que, a finales del siglo pasado, el Candombe ya se había convertido en el alma africana de Montevideo. Por eso, el Candombe llena de ritmo, tambores y baile muchos de los barrios de Montevideo,  para florecer en Carnaval y llenar toda la ciudad de comparsas y ritmos africanos.

 

 

Si puedes visitar Montevideo  a fines de enero disfrutarás del Carnaval más largo del mundo, pues dura hasta principios de marzo, y te embriagarás de los acordes del Candombe.

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