Acabó la semana, semana desastrosa, para olvidar, pensé que no podría con todo, además de las tareas diarias se me averió el coche, el niño tuvo partido extraescolar en campo del equipo contrario, visita pediátrica para el más pequeño y ballet de final de curso de la niña.
Los tiempos que vivimos son complicados y laboralmente exigentes, se me pide el 100 por 100 lo que me crea un estado de tensión que no sé hasta cuando seré capaz de soportar. Pero mirando el calendario me doy cuenta de que ya no falta tanto, se acerca fin de mes y tengo marcado con un círculo rojo el fin de semana que reservamos un hotel. No es un hotel común, es un hotel donde no admiten que se alojen niños. La idea me produce remordimientos, será la primera vez que dormimos en un hotel sin el batallón pero quiero pensar que es una escapada para desconectar de todo.
El stress y la vida acelerada tiene sus consecuencias y cada vez son más las personas que necesitan como el aire que respiran desconectar y alojarse en hoteles por donde no corran niños por sus pasillos, jugueteen continuamente con una pelota y los más peques lloriqueen desconsoladamente y es que de unos años para aquí estamos viendo como lo que parecía una innovación en el sector turístico se está convirtiéndose en una tendencia y cada vez son más los hoteles especializados en sólo adultos, donde no se acepta la entrada de niños y donde las actividades que ofrecen están más orientadas, como masajes, yoga o meditación, etc …
Fin de semana romántico, tranquilo por nuestra parte como la del resto de huéspedes del hotel. Creo que de vez en cuando es bueno para uno, para la pareja, para la familia, para reponer pilas. No he consultado con los niños pero conozco la respuesta.