Que ver en Paris

Un tesoro en el centro de París: El Museo del Louvre

De fortaleza a uno de los museos más importantes del mundo. Desde su inauguración a finales del siglo XVIII, el majestuoso Museo del Louvre se ha convertido en el hogar de una impresionante y extensa colección de obras de arte previas al impresionismo y es destino obligatorio para cualquier persona que visite la capital francesa.

Sobre sus paredes se exhiben obras maestras de todo el mundo y refleja el interés continuo de Francia por construir su inmenso patrimonio cultural.

Un poco de historia del Museo del Louvre

Situado en el centro de Paris a las orillas del río Sena, se encuentra el Palacio del Louvre. Esta joya arquitectónica se edificó sobre una fortaleza construida durante el periodo de reinado de Felipe Augusto que más tarde fue ampliada y reformada en múltiples ocasiones.

Monarcas como Carlos V y Felipe II utilizaron el edificio como residencia real, guardando allí sus colecciones artísticas; al trasladar la corte al Palacio de Versalles, el Louvre fue desocupado asentándose en él la Academia Francesa y designado por la Revolución Francesa, en 1793, como un lugar para las artes y las ciencias.

Sus puertas como museo se abrieron por primera vez el 8 de noviembre de 1793, contando con 2500 pinturas que pasaron de manos privadas a las colecciones de la galería pública para el disfrute de toda la sociedad, además, trascendió como el primero de acceso libre recibiendo a más de 8 millones de visitantes por año.

En 1989 con motivo del Bicentenario de la Revolución Francesa, el presidente Francois Mitterand, emprende un proyecto de modernización denominado El Gran Louvre, renovando y asignando nuevos espacios, y erigiendo en el centro de la plaza lo que hoy se constituye como la imagen del museo y sirve de entrada para el público: La Pirámide de Cristal.

Como es el Louvre de Paris

Recorriendo el Museo del Louvre

El Louvre es un museo enorme, casi laberíntico que contiene una colección de más de 300 mil piezas de arte y antigüedades procedentes de diversos periodos históricos y civilizaciones del planeta, de las cuales sólo se exhiben alrededor de 35 mil en 8 colecciones con temáticas distintas, por lo que para los amantes del arte es necesario dedicarle más de un día de recorrido si quieren conocerlo -casi- todo.

Aunque existen varias puertas de ingreso, es habitual observar grandes colas para entrar por la Pirámide de Cristal. Internamente, el museo está conformado por miles de pasillos y salas distribuidos a lo largo de cuatro plantas, que a su vez están divididas en tres principales alas: Richelieu, Sully y Denon. En ellas, las colecciones sueles estar ordenadas cronológicamente.

Tras acceder al museo, es recomendable empezar con su propia historia y dirigirse hacia el foso y los cimientos medievales del edificio original, en la Planta -1 o Entresuelo. Allí también encontrarás un espacio dedicado al Arte Islámico, Esculturas de la Europa Medieval, Oriente Próximo y Egipto. Entre los imperdibles de esta planta, tomando el ala Richalieu, se hallan en un patio iluminado por luz natural un conjunto de  grandes obras como Los Caballos de Marly, escultura de G. Cuostou.

Subiendo a la Planta Baja o 0, se abrirá ante nosotros todo el mundo antiguo y destacaran las colecciones dedicadas a Antigüedades Griegas, Romanas, Etruscas, de Oriente Próximo y del Antiguo Egipto. Aquí encontrarás una de las piezas más codiciadas del museo: Lal Venus de Milo, la armoniosa composición de esta escultura de mármol del periodo helenístico que representa a Afrodita atrae a un sin número de personas por su imponente belleza clásica. No menos impactante es estar frente al Código de Hammurabi; tallado en diorita, el texto legal más antiguo del mundo mide 2,25 metros de altura y representa uno de los mayores tesoros arqueológicos para la humanidad. Entre muchas otras también puedes admirar el Eros y Psique de Antonio Canova, una de las grandes obras del neoclásico hecha en mármol blanco y que está llena de asombrosos detalles en donde los cuerpos se unen para consagrar el amor descrito por Apuleyo.

Ya en la Primera Planta, llegan para conquistar el espacio las pinturas y las artes decorativas aunque aún podremos ver esculturas del Antiguo Egipto, Grecia y Roma. Concentra las más importantes obras del museo y es de visita indispensable.

Aquí, la joya de la corona es La Gioconda; gran parte de los visitantes se aglomeran para poder admirarla y en ocasiones se hace difícil disfrutar de la obra con tranquilidad. Sin embargo, también reposa en esta planta grandes óleos como La Libertad Guiando al Pueblo, de Delacroix que se ha convertido en símbolo histórico como ninguno, o Las Bodas de Caná, de Veronese representación de casi 10 metros de ancho que ilustra el pasaje bíblico homónimo. Subiendo las escaleras se llega a la Galería de Apolo donde deslumbrará el techado donde se ubican doce figuras que representan los doce signos del zodíaco.

Concluyendo el recorrido, la Segunda Planta es entregada por completo a la pintura de los Países Bajos y Alemania de los siglos XV Y XVII. Los asombrosos cuadros de esta planta, enriquecen las paredes del museo y ponen el broche de oro a la visita. Quizá el lienzo más curioso y llamativo de la planta sea el cuadro de Gabrielle d’Estrées y una de sus hermanas, donde se representa con tono erótico a la famosa amante de Enrique IV de Francia. Reposan aquí también El Tramposo, de George de la Tour, de estilo tenebrista; La Encajera de Vermeer, que reproduce una escena cotidiana con absoluta elegancia barroca; y el Retrato de Luis XIV, de Rigaud, que inmortaliza al monarca francés.

Con más de 200 años, el Museo del Louvre guarda un patrimonio de tesoros invaluables que pueden ser disfrutados por todos, ya seas amante del Antiguo Egipto o de las impresionantes esculturas italianas. Sólo debes dejarte abrazar por sus salas y sorprenderte con cada uno de sus detalles.

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