La Bombonera

La Bombonera, el templo del futbol argentino

Fue a inicios del siglo XXI cuando Boca Juniors se ganó el corazón de miles de niños latinoamericanos. Yo fui uno de ellos. Celebré con mucha pasión los triunfos del equipo argentino en la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental, nada más y nada menos que frente al Real Madrid. Creo que desde esa época, ir a la cancha de Boca se convirtió en uno de mis sueños.

Previo a mi llegada a Buenos Aires, me puse a la tarea de averiguar el tema de las boletas. Sabía que no era cuestión de ir a las taquillas del estadio y comprar, puesto que la boletería está distribuida entre los socios del club que pagan una mensualidad. De manera que para los turistas es un asunto de contactos y algo de suerte. Se  recomienda no comprar ingresos revendidos en las afueras del estadio porque la mayoría de ocasiones son falsos.

En un hostal de El Chaltén, en la Patagonia argentina, conocí a Gustavo, un hincha furibundo de Boca Juniors. Tomamos unos mates, comimos empanadas y hablamos de fútbol. Le dije que quería asistir a un partido de Boca Juniors en La Bombonera y si él podía ayudarme de alguna forma. Una semana después, yo no sólo estaba alentando en la barra popular de Boca, sino que además era huésped en casa de su familia. Tal vez no fue ‘algo’ de suerte, fue mucha suerte.

Para conseguir las entradas, Gustavo se contactó con el ‘Zurdo’, integrante de una de las agrupaciones seguidoras de Boca, las cuales consiguen ingresos de protocolo a los partidos. Estas barras a veces venden las boletas a compradores externos. El ‘Zurdo’ nos vendió tres a buen precio y en un lugar envidiable: la bandeja de ‘La 12’, la barra brava más popular de Argentina.

El estadio está ubicado en el corazón del barrio La Boca, a escasas cuadras del turístico sector de Caminito. Cuando hay partido, las calles se cierran y en las afueras de la cancha se vive una fiesta de cánticos, banderas y fernet, el licor preferido de los argentinos. Me gustó mucho que las puertas del estadio están sobre las mismas aceras de La Boca, como si la cancha fuera una casa más del vecindario.

Ingresamos una hora antes del pitazo inicial y la tribuna ya estaba repleta. No importaba que el rival fuera de media tabla o que Boca estuviera tranquilo como líder del torneo argentino, La Bombonera estaba llena.

En ‘La 12’, comienzan los gritos que luego se replican en todo el estadio. Es la batuta de miles de gargantas que animan a Boca. Tuve que aprenderme los cánticos en el momento, para no pasar como un desconocido que no merecía estar allí. Canté y salté mucho, me entregué a la fiesta futbolera.

Al minuto 73, el juez marcó un penal. Cobró el colombiano Edwin Cardona,  el balón se metió en la red, y el estadio empezó a temblar. Un grito de gol que se debió escuchar hasta El Obelisco. Me llamaba la atención que en medio de la multitud, el calor infernal y el hacinamiento, había un hincha con un bebé entre los brazos. Los argentinos y su locura por el fútbol.

A los pocos minutos de finalizar el encuentro, Tigre, el equipo visitante, empató. El estadio bajó de volumen un poco, pero el apoyo no cesó. Y como si mi suerte ya no hubiera sido suficiente, en el último suspiro, Boca marcó el gol de la victoria. Una emoción tan intensa que no puedo recordarla ni escribirla. Sólo se puede vivir.

Como es el estadio del Boca Juniors en Buenos Aires

Una semana después, volví a La Bombonera en plan turista para visitar el museo del club y ver la cancha desde todos los ángulos. La arquitectura es muy particular: son tres tribunas tradicionales y una cuarta de solo palcos. La distancia entre el campo de juego y el público es mínima.

El tour permite el ingreso hasta los camerinos, en donde hay con corredor con mensajes de futbolistas famosos que han pisado este templo del fútbol.

Jugué en todos los estadios del mundo y jamás sentí que sucediera un terremoto cuando un equipo salía al campo de juego como lo que viví en la Bombonera.

dice la frase de Pelé, en el templo del fútbol argentino.  

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