Viaje a Karlovy Vary

Karlovy Vary, creando recuerdos

Hace días que Karlovy Vary me anda rondando. De pronto me vienen a la mente las imágenes y los recuerdos de aquellas horas. Lo cierto es que todo es culpa de -o es gracias a- Elvira, una vieja amiga. El otro día quedamos para tomar un café y como en unos días se marchaba con su pareja a la República Checa, me estuvo interrogando a fondo sobre el tema.

  Aquí te dejamos nuestra galería de imágenes de Karlovy Vary en la República Checa. Hacer click en la imagen para abrirla.

Eso me devolvió el recuerdo de aquellos días, de nuestro viaje a la República Checa. Me vi de nuevo paseando por Praga, disfrutando de los paisajes de la Bohemia y contemplando ciudades con encanto. Ella iba haciendo preguntas y yo contestaba poniendo en palabras las imágenes que iban apareciendo en mi mente. Fue cuando preguntó que excursión podían hacer desde Praga, cuando Karlovy Vary me vino a la  memoria y aún no he podido sacarlo de mi cabeza.

Que ver en Karlovy Vary

Recuerdo cuando comenzamos el paseo, recuerdo imaginar a Beethoven o Freud tomando las aguas y casi poder escuchar su conversación. Aún creo que puedo ver grupos de elegantes mujeres victorianas paseando entre columnas y cuchicheos. Y así se lo iba describiendo a Elvira.

 La voz de Martina, la guía que nos acompañó, resuena en mi cabeza. Hablaba un español perfecto, con una voz profunda y un marcado acento, dándole a las explicaciones el tono de una leyenda. A mediados del siglo XIV, Carlos IV ordenó construir un balneario a orillas del río Tepla, para aprovechar los manantiales de agua caliente que tanto bien le habían hecho a su rodilla. Ese fue el nacimiento de todo lo que estáis  viendo, nos dijo mientras extendía los brazos tratando de abarcar todo lo que había a su alrededor.

 Pero Karlovy Vary es inabarcable. Siendo una ciudad pequeña está plagada de rincones y lugares donde dejarías pasar las horas muertas no haciendo nada más que contemplar la belleza que te rodea y dejar que el sosiego que desprende te inunde.

 En este punto del relato Elvira tuvo a bien interrumpirme. Sonreía mientras me pedía que fuera al grano, sabiendo que me estaba perdiendo en mis recuerdos de aquella excursión. Estaba haciendo un relato pormenorizado de mis sensaciones sin mencionar ni una sola de las muchas cosas hermosas que vi. Continué con mis recuerdos tratando de ser algo más precisa en los detalles.

Creo que empezamos por la Columnata del Parque, en el Parque Dvorak, impresionante ejemplo de arquitectura en hierro, para seguir hasta la Columnata del Molino, que es la más grande de las muchas construidas para albergar la distintas fuentes de la ciudad. Según Martina, había que tomar un poco del agua de estas fuentes para beneficiarse de sus propiedades y así lo hicimos. No se si sus muchas propiedades me aportaron algún bien, lo que si se es que sabe a rayos y está caliente.

 Seguimos buscando las aguas y Martina nos condujo, entre palacios neoclásicos en colores pastel, hasta la Columnata del Mercado. Este precioso edificio de madera blanca tiene otras de las fuentes más populares de la ciudad, pero aquí yo me ahorre el mal trago. También visitamos la fuente de libre acceso de la Columnata del Castillo, pero ni lo hermoso del lugar me animó a darle otro sorbo al agua milagrosa.

La orilla del río Tepla fue la protagonista de resto de la mañana. Recuerdo el río, recuerdo el viento en los árboles y tengo en la retina nítida la primera impresión del Gran Hotel Pupp. Impresiona por su tamaño, por su sobriedad, por su elegancia y por su glamour. Para mi, este edificio de arquitectura imperial es un poco la esencia de  Karlovy Vary.

Excursion a Karlovy Vary

Con la imagen de algún noble ruso o austríaco paseando por los jardines del Gran Hotel Pupp, mientras Mozart toca una pieza al piano nos sentamos a comer. Se que la comida checa estaba rica, se que me gusto mucho, pero por más que lo intento no consigo recordar qué comimos.

Lo que si recuerdo con una claridad asombrosa fue el paseo de despedida, el rato que pasamos perdidos entre los palacios que decoran las calles de Karlovy Vary. Guardo imágenes de colores, de cabinas pintadas, de columnas imponentes y hermosos y regios edificios.

 Elvira fingió aplaudir cuando terminaba mi relato y me dedicó una mirada maliciosa mientras me recordaba que era ella y no yo, quien en unos días estaría recorriendo esos lugares.

Y es cierto, es ella y no yo quien está ahora en Karlovy Vary y prueba de ello es que no hace más que enviarme fotos por whatsapp. Pero soy yo quien, gracias a ese café que nos tomamos hace unos días, quien lleva esta ciudad en su cabeza allá donde vaya.

 

X

Noticias Relacionadas

NOTICIAS RELACIONADAS